Hay un síndrome que no está descrito en ningún libro de medicina ni hay un médico en particular que lo trate, pero es como una plaga que ataca a millones de personas todos los días. Se llama el “síndrome del cuando”.

Cuando me case seré feliz. Cuando me gane el baloto, disfrutaré la vida. Cuando me vaya de viaje, descansaré. Cuando se vayan mis hijos de la casa pensaré en mí. Cuando tengamos casa propia podré trabajar en algo que me guste. Cuando tenga un hijo me cuidaré más la salud.

¿Les suena familiar alguna de estas frases? Sin duda, algunas son ilusas; otras, poéticas, y otras hasta podrían ser consideradas admirables. Pero ninguna realmente tiene sentido. La mayoría de personas estamos esperando que algo pase en el futuro para lograr ser felices, para estar tranquilos, vivir a nuestro potencial o cumplir nuestros anhelos más profundos.

Este síndrome es nefasto porque nos inhibe de gozarnos y saborearnos el presente, y vivimos el día a día como un tedio necesario para algún día llegar a un paraíso que nos hemos imaginado. Adicionalmente, nos genera rabia y resentimiento con aquellas personas o circunstancias que consideramos podrían estar bloqueando nuestro camino. Empezamos a resentir a ese novio que no nos propone matrimonio.

Nos frustramos si no podemos tener hijos antes de cierta edad. Nos sentimos defraudados cuando no nos dan el empleo que queríamos. Odiamos al jefe porque nos exige en un trabajo que nos parece tedioso y aburrido. Hasta culpamos a nuestros hijos por los “sacrificios” que sentimos que debemos hacer. Cualquier tropiezo, por pequeño que sea, parece el fin del mundo porque consideramos que nos aleja de la utopía que nos hemos creado en la cabeza.

Es fantástico tener sueños y aspiraciones, lo que es malsano es no entender que el proceso debe ser igual de maravilloso que el resultado. No podemos desgastarnos trabajando para construir una casa y no disfrutar de nuestro hogar. No debemos enfocarnos en buscar la pareja perfecta y no valorar a una real. No menospreciemos los pequeños triunfos diarios por estar esperando el éxito rotundo.

Recordemos que la vida es lo que pasa cuando estamos planeando otras cosas. Nadie tiene el futuro garantizado ni bola de cristal para prever lo que pasará mañana. El único antídoto de la “enfermedad del cuándo” que está en nuestras manos es la felicidad y el agradecimiento por el presente.


Tomado de eltiempo.com