Desde ejecutivos que llevan celulares a prueba de agua para hablar con colegas de la oficina mientras surfean hasta equipos empresarios que diseñan barcos de papel -y los hacen correr carreras- para despejarse, pasando por alarmas programadas para no olvidar tomar agua mientras nos concentramos en una tarea (la hidratación es uno de los propulsores de eficiencia más subestimados en la ciencia del deporte, dice el base de la Generación Dorada de básquet Pepe Sánchez).

La agenda de la productividad no se detiene y suma permanentemente nuevas herramientas e ideas para aprovechar mejor el tiempo y la energía disponibles, en el trabajo y en la vida cotidiana. Se trata de un vector temático que estalló en los últimos años a tono con el avance de la economía del conocimiento y de las modalidades de trabajo freelancing, que obligan a ser más cuidadosos con el uso de nuestro bien más valioso y escaso: el tiempo. Y aunque al principio el life hacking -tal es el término más común en inglés, de "hackear" la vida- era una movida circunscripta al mundo de la tecnología y de los programadores, pronto excedió este terreno y hoy suma cientos de "atajos" que muchas veces no tienen que ver con aplicaciones tecnológicas.

La conexión entre herramientas de productividad personal y creatividad es fuerte. En tiempos de cambio acelerado y de jornadas de trabajo muy demandantes, la productividad personal se volvió un vector clave para mejorar los procesos creativos, que requieren tiempo. Las ideas surgen de un proceso inicial de inmersión intensa en un tema, y luego de días o semanas de maduración, cuando el inconsciente trabaja y busca conexiones para el momento de inspiración. Nada de esto es posible si trabajamos 14 horas por día con la mira en un resultado de mañana a la mañana.

En tecnología, las aplicaciones de productividad personal para dispositivos móviles son un boom. El año pasado, el economista del comportamiento Daniel Ariely se asoció a una startup que provee consejos para fomentar hábitos saludables basados en la rama académica que obtuvo el Nobel de Economía tres semanas atrás, con la premiación de Richard Thaler.

En su recientemente editado libro La fábrica de tiempo: técnicas para optimizar el tesoro más preciado de la vida moderna (Conecta), Martina Rua y Pablo Fernández, ambos periodistas, bucean en lo último y más interesante de esta agenda. Lo que sigue son algunos de los tips más desconocidos que ellos probaron, como sommeliers de productividad, en primera persona:

Los zombis del celular
No lo soltamos ni para empujar el cochecito del bebé ni en el supermercado al hacer las compras. El celular ya es una extensión de nuestras manos con la que pasamos mucho más tiempo que con nuestros seres más queridos: un tercio de la población gasta unas cinco horas diarias con el dispositivo. Quality Time es una aplicación que permite visualizar esta adicción: informa cuántas veces por día se desbloqueó el teléfono. La buena noticia es que verlo te ayuda a tomar decisiones de uso y, por qué no, quizás hasta uno se anime a desinstalar algunas de esas apps que impactan mucho en el uso del tiempo.

No huir del estado pueblerino del alma: nos cuesta el ocio
Cada vez concebimos menos la idea de no hacer nada en este presente lleno de estímulos múltiples. Somos capaces de ver desidia o vagancia donde lo que hay en realidad es una profunda necesidad de descanso mental, corporal, espiritual. El psicólogo Miguel Espeche, coordinador del programa de salud mental del Hospital Pirovano y columnista de Sábado, habla de improductividad sana. Para él, esta fiaca no es un "no hacer", sino un "estar". Como decía el pionero de la ciencia cognitiva Amos Tversky, "uno desperdicia los años por no ser capaz de desperdiciar las horas".

Antes de que las papas quemen
Reid Hoffman, el cofundador y CEO de Linkedin, propone como ejercicio imaginar cada tanto que uno se queda sin trabajo y en ese escenario pensar quiénes serían las diez personas a llamar para pedir ayuda. Hoffman invita a pensar cómo y con quién nos relacionamos a la hora de trabajar. La propuesta no es meramente transaccional, sino que apunta a generar relaciones con esas personas con las que nos gustaría trabajar, hacer proyectos o intercambiar experiencias, pero que las urgencias de la rutina diaria no permiten cultivar.

La deadline como motor llevado al extremo
El nombre de este sitio, "la app de escritura más peligrosa del mundo", tiene algo de exagerado, pero sólo hasta cierto punto. Si escribir es parte de lo que uno hace en el trabajo, este servicio puede venir muy bien cuando uno está trabado y lo que obstaculiza terminar esos cinco párrafos de un informe, mail u otro contenido pasa por no tomar el valor para priorizarlo y sentarse a escribirlo. ¿Su plus? Es tan estricto que si se frena apenas unos pocos segundos se pierde todo lo que se había escrito hasta el momento. Al entrar al sitio, lo único que se ve es un botón grande que ofrece empezar a escribir, más la posibilidad de elegir el tiempo tras el que se quiere descansar. Se puede bajar en www.themostdangerouswritingapp.com.

¿Dónde dejé el auto?
Uno de los capítulos más divertidos de la serie Seinfeld muestra cómo el protagonista y sus amigos pasan horas en el estacionamiento de un shopping un sábado a la tarde porque no recuerdan dónde dejaron el auto. Con esta problemática en mente, y el poder que da estar en cientos de millones de bolsillos, Google le agregó a Maps una función que hasta ahora sólo se podía conseguir en aplicaciones de terceros (Valet, por caso): en la app del gigante de Mountain View se puede registrar dónde dejamos el auto de una manera muy simple. Al abrir la app se toca el punto azul que siempre muestra dónde estamos. En ese momento va a aparecer una nueva opción que, en español aún no argentinizado, dirá "guardar aparcamiento". Así, sin más, automáticamente quedará registrado el punto donde estacionamos.

Sí, con ganas
Para La fábrica de tiempo, Rua y Fernández obtuvieron respuestas de Manu Ginóbili, un lector voraz de todo tipo de literatura, como el género smart thinking. Entre sus recomendaciones hay una que se destacó por su simplicidad, que sabrán aprovechar los que sienten que hacen demasiadas cosas o les cuesta concentrarse. "Cuando nos proponen algo debemos aceptarlo sólo si nos nace un «¡sí, buenísimo!» ("hellyeah!", en el inglés original), no un simple «sí»", propone Ginóbili. Si no es "hellyeah", mejor decir que no de una manera amable, para poder dedicarle más tiempo a eso que nos entusiasmó previamente. El que inventó esta idea poderosa y concreta es el emprendedor Derek Sivers con un post en su blog. Más vale un "no" a tiempo que arrepentirse luego por el trabajo a deshoras que ocasionó ese "sí" sin entusiasmo, dado por compromiso.

 

Tomado de: msn.com