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Muchas veces recibir la llamada de un reclutador es un motivo de satisfacción cuando se está en la búsqueda de trabajo, ya sea porque tiene empleo y está probando si le sale una mejor oportunidad, o si se encuentra desempleado y le toca ponerse a hacer ‘lo que salga’.

No es para menos la alegría, ya que uno corre con la suerte de haber sido seleccionado entre montones de hojas de vida. Y decimos que ‘suerte’, porque hay estudios que confirman que un reclutador tarda solo 7 u 8 segundos en mirar un currículo y elegirlo entre un montón de candidatos que ponen las mismas palabras en sus perfiles. Es un lugar muy común cuando alguien se describe como un ‘apasionado, comprometido, ‘buena gente’, serio…’ y muchos adjetivos que son de ‘relleno’.

Póngase a pensar en el trabajo del reclutador ¿usted llamaría a alguien si creyera que no es ‘serio, apasionado, comprometido’? Entonces para qué poner esos atributos. Si va a encontrar trabajo, es mejor decir que sabe desempeñarse en situaciones de crisis o que entiende la comunicación en los diferentes niveles jerárquicos de la organización.

Pero nos fuimos un poco por las ramas, así que volvamos a lo importante y es la cita que tiene para la entrevista laboral. Los reclutadores tienen ‘ojo de halcón’ para detectar cualquier descuido de un candidato y así los van descartando.

Desde ejecutivos que llevan celulares a prueba de agua para hablar con colegas de la oficina mientras surfean hasta equipos empresarios que diseñan barcos de papel -y los hacen correr carreras- para despejarse, pasando por alarmas programadas para no olvidar tomar agua mientras nos concentramos en una tarea (la hidratación es uno de los propulsores de eficiencia más subestimados en la ciencia del deporte, dice el base de la Generación Dorada de básquet Pepe Sánchez).

La agenda de la productividad no se detiene y suma permanentemente nuevas herramientas e ideas para aprovechar mejor el tiempo y la energía disponibles, en el trabajo y en la vida cotidiana. Se trata de un vector temático que estalló en los últimos años a tono con el avance de la economía del conocimiento y de las modalidades de trabajo freelancing, que obligan a ser más cuidadosos con el uso de nuestro bien más valioso y escaso: el tiempo. Y aunque al principio el life hacking -tal es el término más común en inglés, de "hackear" la vida- era una movida circunscripta al mundo de la tecnología y de los programadores, pronto excedió este terreno y hoy suma cientos de "atajos" que muchas veces no tienen que ver con aplicaciones tecnológicas.

Cada vez más las empresas valoran otros atributos distintos a la capacidad técnica. Ser buena persona, tener inteligencia emocional y poder resolver problemas son más importantes de lo que parece.

Terminar una carrera profesional, especializarse, y por qué no realizar una maestría es la recta maratónica que todo profesional del siglo XXI se fija en su vida como requisito para acceder al trabajo deseado. Sin embargo, existen algunas capacidades poco desconocidas y que el sector productivo apetece, incluso a veces más que el título profesional, al momento de enganchar a un trabajador al mundo laboral.

Sonia González de Espitia, socia de una firma que trabaja con talento humano, está convencida de que la inteligencia emocional, la facilidad de expresión, la ayuda mutua y el trabajo en equipo son habilidades esenciales en un trabajador. “Estas capacidades permiten afrontar retos y desafíos no solo personales, sino profesionales. Con personas integrales se saca adelante cualquier empresa”, asegura.

González se refiere a lo que la Organización Internacional del Trabajo denomina como competencias blandas que en términos sencillos se podrían describir como claves a la hora de buscar empleo. De acuerdo a la OIT, las personas tienen más chance de conseguir un puesto cuando aparte de haber adquirido una educación, cuentan con habilidades como: trabajo en equipo, capacidad para resolver problemas, adaptabilidad a las nuevas tecnologías, comunicación y resolución de problemas.